¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios:
¿la luz terrible de la vida o la luz de la muerte?
¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: ¿amor?
¿Quién es?
¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío,
y no hay mujer ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
Gonzalo Rojas, Gracias!
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