“Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo que aprisiona el alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa.Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de temores y preocupaciones… libres como esa bella mariposa, regresamos a nuestro hogar, a Dios”, dice E.Kubler Ross
Nos conocimos hace poco más de un año. Otro consultor a quien no conocía, me contactó un día porque necesitaba que le hiciera coach/terapia al dueño y gerente general de una gran empresa en la Vª región. Me describió la situación como crítica, delicada y difícil. A él como un hombre duro, autoritario, conflictivo, a quien todos le temían. Como me encantan los desafíos, me pareció interesante y accedí.
Después de las presentaciones correspondientes en un encuentro formal, y a la vez cordial, diseñamos los “objetivos y resultados “ que se querían obtener del proceso, para así empezar las sesiones de “coaching”, - ese concepto/palabra tan de moda que se instaló para que personas que en general no son psicólogos, (aunque también los hay), además de apoyar en procesos organizacionales, se pusieran a hacer psicoterapia a altos ejecutivos de empresa…Fue un acierto porque en el mundo empresarial, tampoco es bien visto estar en terapia o con psicólogos o psiquiatras. (Acoto además, que tengo muchos amigos coach). - Pero ese es otro asunto.
Llegue a su oficina de ingeniero, asociada a la construcción , a trabajo en terreno, máquinas, fierros, camiones, papeles, planos y por supuesto eminentemente masculina. Ninguna flor, ni mayor decoración. Ahí solo se respiraba producción, eficiencia y rentabilidad.
Venía con temor por supuesto, como provoca cualquier encuentro con alguien del que no tienes muy “buenos antecedentes”. Pero como siempre lo hago, abrí el corazón y me dispuse a recibirlo y acogerlo tal como viniera... Y ahí se produjo el primer milagro!
Quizás por su propio temor también y el no saber cómo manejarse en esta situación de mayor intimidad que la reunión formal que habíamos tenido, nos sentamos y recuerdo que la primera frase que me dijo fue…”Bueno quiero contarle que mi mamá murió cuando yo nací…” y su voz se quebró. Me sorprendí,…le agradecí su confianza.
De ahí sentí que estaba todo bien y todo iba a estar bien…
Fue un proceso no muy regular por sus múltiples compromisos y viajes, pero fuimos entrando a los laberintos de su vida , de su alma, develando miedos y angustias, reconociendo sus rabias, revisando los caminos recorridos y los por recorrer. Queria dejar la gerencia general e ir entregando poco a poco su empresa para tener tiempo para otras cosas, pero también estaba el miedo de soltar . Tampoco tenía muy claro qué necesitaba y buscaba. Por otro lado era un soñador y necesitaba seguir “emprendiendo”… el tema era en qué emprender, en qué poner su energía y creatividad en esta nueva etapa de la vida.
Fui descubriendo así a un hombre profundamente bueno. Recuerdo que me contó que cuando niño le decían en el barrio, “Luchito el bueno”. Por algo era, sin duda. Solo que se tapaba de una fachada de dureza para que no vieran su sensibilidad, ternura y fragilidad. La vida le había enseñado así, la vulnerabilidad no se expone. Debía arreglárselas solo y demostrar que podía , que su vida valía pena… Así le había prometido inconscientemente a su madre… l
Fuimos haciendo avances. Este año había sido difícil, enfrentó cambios, tomo decisiones importantes en su empresa, ésta parecía estar marchando bastante bien. Sin embargo, si bien lo pasó y resistió formalmente, interiormente, fue con un dolor y un costo muy grande. Algo se quebró, sus fuerzas empezaron a flaquear y le costaba aceptarlo.
La última vez que estuvimos juntos, estaba angustiado, triste, con dolores e insomnio.
Los doctores no le respondían ni convencían, dejaba los remedios. Quiso que le diera Flores de Bach y confió en ellas. Esas si se las tomaba. “Ando siempre con mi frasquito, viajo con él” me dijo tiernamente la última vez que lo vi, como un niño que se porta bien.
Me hubiera gustado poder ayudarlo más y mejor, pero ya nos veíamos más a lo lejos. Las personas como él no siempre se dejan ayudar. A veces la misma empresa con su exigencia y su concepción materialista, no da importancia ni prioriza el autocuidado o el cuidado de las personas que la constituyen…hay que seguir produciendo, hay que seguir corriendo...
No cumplía aun los 60 años, un hombre fuerte, deportista, sano, lleno de energía, de ganas de seguir soñando y haciendo cosas, pero cansado, cansado de esa coraza que lo había hecho triunfar en los negocios, pero le había impedido expresar lo que realmente sentía, contar de su soledad, de sus miedos, su necesidad de que lo comprendieran y quisieran; le había impedido comunicarse más profundamente con sus afectos más cercanos, su familia, sus colaboradores. Y cuántos hombres como él andan por el mundo de las empresas...
Alguien dijo, “Las personas aparecen en la vida por una razón, por una estación o por toda la vida. (for a reason, for a season or for life). El apareció en la mía por un breve tramo, una estación, para enseñarme a mirar y descubrir lo sutil, más allá de las corazas. A través de mi trabajo con él pude conocer a un Gran Hombre, tal como él me decía sobre lo que anhelaba para su empresa. “No quiero ser una empresa grande, quiero ser una Gran empresa”.
Y así fue, él más que un hombre grande, rico y poderoso, era un Gran hombre…
Tenía mil planes, pero, así como las aves migratorias saben cuando es el momento de volar al sol, algo muy profundo en él supo que este era el momento de hacer otra cosa, de ponerse en marcha...
La última vez que estuvimos juntos me dijo que no quería viajar más, que quería estar tranquilo, con los suyos… pero le quedaba aun un nuevo viaje por emprender, el viaje al misterio, a una nueva vida, con otros suyos, aquellos que habían partido antes y a quienes siempre evocaba y que le esperaban; ahora era un viaje sin equipaje, libre, liviano, un viaje hacia la luz, hacia la paz.
Teníamos reunión el próximo jueves. Esta vez no llegará a la cita, sin embargo sé que estará conmigo siempre.
Quiero honrar y dar gracias a este hombre bueno por permitirme acompañarlo y apoyarlo este breve tiempo de su vida. Quiero darle gracias también por haber confiado en mi para abrir su corazón y dejarme conocer su Alma.
Hasta siempre
C
Qué historia tan conmovedora, gracias por compartirla. Tantos de nosotros que somos "fuertes" tememos dejar ver nuestra vulnerabilidad, y luego ¡qué difícil es deshacerse de todo ese andamiaje que se nos pega de la piel y nos encierra el alma!
ResponderEliminarLeía tu historia Carmen y sentía que contabas intimidades que no se podían contar de un coachee al cual uno atiende. Pero al ir siguiendo la trama veo que el Gran hombre pasó a mejor vida y la historia resultaba ser un estupendo homenaje. Gracias por compartirla, por contar aspectos de tu forma y sentir en el hacer coaching, y por hacerlo de un modo fácil de transitar. Debo decirte que producto de este texto fui a una cotización que estaba haciendo a una empresa e hice unos ajustes inspirados por ti.
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